Una
serie de creencias nos asaltan y se instalan en nosotros. De ahí ya no hay
quien las arranque, se anclan, se fijan como lapas y llegan a hacernos lo que
somos.
Los
psicólogos congnitivistas lo saben. Los pacientes viven presos de sus
propias creencias, a las que no llaman así, sino convicciones, hechos, verdades
Dicen que las cosas son así, no que
nosotros las vivimos así. Pero en ese matiz está la clave: el mundo sucede, los
acontecimientos se siguen unos a otros y algunos parecen afectarnos, atacarnos.
Sin embargo, no es exactamente así: somos nosotros los que permitimos que
entren, que nos conciernan y nos sacudan.
Muchas
personas viven con baja autoestima porque saben
que nadie les quiere. En realidad no lo saben, creen que nadie les quiere. Pero esa creencia es una fuerza
devastadora y la tarea del terapeuta consiste justamente en hacerle salir de
ella, mostrar que no es así, sino que él (ella) cree que es así.
“Si
quiero, me querrán”. Esta implicación se ha interiorizado en la mente de muchas
personas, especialmente en la de muchas mujeres. “Pero no me quieren, por lo
que no he querido lo bastante”. Esto en lógica se denomina Modus
Tollens, y su validez es implacable. Lo que no es cierto es que si pongo mi
amor en juego, obtendré amor. Pero en el momento en que de por buena la
implicación, la consecuencia es inexorable.
¿Y
cuántas veces hemos querido sin que nos quieran? ¿Cuántas veces nos han dejado,
porque sí o por otra persona? “Si quiero, me querrán”, repite machaconamente la
creencia adherida sin examen crítico. “No he querido lo suficiente, soy
culpable, merezco lo que me ocurre”.
Pero no
es verdad. El mundo sentimental es un laberinto en el que es fácil extraviarse
y no saber salir. Como, además, estamos convencidos de que la razón no
interviene, estamos perdidos. Completa y absolutamente extraviados, sin
brújula, sin hilo de Ariadna.
Hay
razones del corazón que la razón no comprende, dijo Blaise Pascal. Lo que
faltaba. No hubiera estado de más que el filósofo y matemático francés hubiera
aprovechado su formación científica para añadir (que no sustituir) un poco de
cordura racional. Porque nada hay más hermoso que una pasión bien conducida y
gobernada. Y nada más desestabilizador y autodestructivo que una pasión mal
conocida y peor gestionada. La razón no es enemiga de las pasiones, sino
aliada.
Me estoy
acordando de una de las escenas de la película El nombre de la rosa. Después de que Adso haya tenido su intercambio
afectivo horizontal con la campesina, le confiesa a Guillermo su pecado. Pero
el maestro, tan franciscano, se muestra comprensivo y finalmente le dice esto:
“Qué pacífica sería la vida sin amor, Adso, qué segura, qué tranquila…, y qué
insulsa”.
Presos vivimos todos, pacientes o no. Y, por lo mismo, libres.
ResponderEliminar“Libertad no conozco sino la de estar preso en ti”, escribe Cernuda. Como en olla gitana bullimos en medio de una circunstancia, la nuestra, que hace de nosotros lo que somos.
Y puros no somos. Menos mal.
Acuerdo absolutamente cuando dices que la “razón no es enemiga de las pasiones, sino aliada”. Aunque el vulgo y los periodismos se empeñan en lo contrario. Qué ricos.
Inventé una vez un verbo para dar cuenta de esa razón que siente: "corazonar".
El viejo Williams sabía de churris, ya te digo que sabía.
Ese es el problema. Y por eso hay ciencias humanas, para desentrañar lo que hay en ella olla gitana que llamamos ser humano.
EliminarCreo que el verbo correcto debería ser "corrazonar". Si no se dobla la "r" se corre el riesgo de que el péndulo se incline hacia el lado de las emociones y que no se perciba eso de la razón. Nunca es una enemiga, aunque a veces es un rato plasta.
Me ha encantado este post. Y que razón con lo de las creencias... Parece que desde que somos muy pequeños se van adueñando de nosotros y forjan nuestar forma de ver las cosas que nos suceden, la vida en general. Del tipo: no valgo nada, no soy capaz de hacer esto, si me comporto así sucederá esto, etc etc.
ResponderEliminarY una vez ancladas en nuestra mente, son tan difíciles de sustituir por otras más positivas...
Yo también llevo la razón como aliada mía, siempre
Besos
Me alegro de que te guste. Últimamente estoy publicando sobre estos temas porque tenía un buen fondo de armario. Contactó conmigo una revista on-line y acordamos que enviase un artículo semanal. Pero finalmente no nos acabábamos de poner de acuerdo en el tono, la extensión y me corregían demasiado: título, conclusión... De modo que lo dejamos estar y yo me quedé con media docena de artículos que estoy "reciclando".
EliminarConozco el trabajo de un psicólogo cognitivista (Rafael Santandreu) y me interesa lo que dice. Algunas veces parece algo cercano a la autoayuda, pero también lo está a la filosofía, con su carga (un tanto excesiva seguramente) de racionalidad.
Las creencias nos condicionan la vida mucho más de lo que creemos, son nuestro software. Y se pueden cambiar. Creemos que no, que somos así. Pero nos equivocamos. Sin embargo, al confundir creencias con certezas, no podemos salir de la obsesión.
Gracias.
Pues ¡qué bien!! Me encantará leer tus artículos "reciclados". No conocía a Rafael Santandreu, pero voy a investigar cosas sobre él y lo que dice
EliminarUna de las maravillas de la psicología cognitiva es que tu puedes cambiar tus creencias y sustituirlas por otras a base de repetir lo contrario (o lo que quieres cambiar). Científicamente, el cerebro no soporta durante mucho tiempo (entre semanas a meses) la incongruencia, y acaba adoptando la más repetida recientemente.
ResponderEliminarEsto me parece una herramienta brutal, y poco explotada en general. Si todos aquellos que "saben" que no le quieren, empezara a decirse todos los días lo contrario, en poco meses todo iría mejor, porque ellos haría que así fuera.
Como científica, el amor es bastante más racional de lo nos venden. Y aprovecho para recomendar un libro fantástico sobre el tema: "Del Amor", de Alain de Botton.
Nunca me lo había planteado como dices; pero supongo que es cierto: el cerebro soporta la mentira, pero no la contradicción. También es cierto que las costumbres, la repetición, nos tranquilizan.
EliminarMe dan miedo los que "saben" tanto. Lo siento por ellos, aunque seguro que están muy satisfechos consigo mismos. Pero lo siento por su estrechez de miras. Y lo siento por los que los rodean, por nosotros.
Conozco el libro. Lo leí hace años. Me pareció sorprendente ese terreno mestizo entre el ensayo y la autobiografía. Me interesa Alain de Botton.