Llegué al Lidl sobre las 13:30. Como tantas veces. Dudé si
coger un carro o mejor dentro una cesta. Mientras lo pensaba en la puerta, el
de seguridad me dijo, firme pero a cierta distancia, que me pusiera en la cola,
a un metro al menos de la persona que me precedía. Fue como si alguien me
hubiera dicho que iba en serio, que no son tonterías que dice la tele. Como soy
obediente, lo hice, cuatro personas ante mí. Veo unos carteles que leo
despacio: 20 clientes, no se pueden comprar más de dos unidades de lo básico,
mejor pagar con tarjeta, respeten a los empleados y mantengan la distancia.
Antes de entrar, hay que ponerse dos guantes. Los empleados llevan mascarilla.
Entro, no hay grupos. Hace poco me encontré allí a una
compañera y nos dimos dos besos. Hace unos días y hace tanto… Camino despacio
con mi cesta, solo, como los demás. Me paro y la mujer que va detrás se detiene
lejos: hace lo que debe. Compro fruta, la última malla de dos quilos de
naranjas, aunque a granel hay de sobra. Voy a por el pan, compro dos barras
para no tener que salir mañana. Se me está acabando el papel higiénico. Hay en
los estantes y compro un paquete normal: estampado, pero no hay liso. Me doy
cuenta de que también yo evito la proximidad: estamos interiorizando la
precaución y supongo que el miedo. Las miradas se rehúyen como si quisiéramos
aumentar la distancia.
Compro una cerveza, pañuelos de papel, helado, unos zumos,
patatas, queso. No encuentro el azúcar ni la panela. Pasan empleados con
mascarilla y temo preguntar.
La música ambiental me resulta extraterrestre y la famosa que recomienda un aperitivo me chirría con estruendo.
Voy a la caja. Dos personas ante mí. Hay pegatinas en el
suelo que indican la distancia de seguridad en varios idiomas. El de la caja es
el de siempre, he bromeado con él a veces. Saco la tarjeta con dificultad
(llevo guantes). Doy las gracias, intento que entienda que no es una palabra de
cortesía sin más. Creo que balbuceo.
Salgo, subo en el coche y pienso que es la compra más
triste. He hecho alcachofas y por primera vez no tenía ganas de comer.
Sí, es lo que toca. Se quitan las ganas de comer y todo resulta más difícil. Pero consuélate, compañero, que hay cosas que no son difíciles sino imposibles. Por ejemplo, entrar en la plataforma de la junta para tetratrabajar. Llevo todo el maldito día comiéndome las uñas de los pies, suplicándole al señor -adicto que soy- y ni por esas. La tierra ruge, Atticus.
ResponderEliminarUn abrazo
Empiezo a sentir ansiedad. Estoy bien, mi familia está bien, tengo la nevera llena y una casa estupenda. Todo es más difícil de lo que imaginamos y somos débiles. Estamos descubriendo que en la sociedad hay demasiados descosidos, gente maravillosa pero una organización mejorable.
EliminarDe la plataforma no hablamos: yo voy por los muñones. Un abrazo también para ti.
<Es triste, sí. Yo todavia no hice la compra, estoy intentando no cambiar la rutina de siempre, agotaré los víveres y mañana o pasado bajaré a comprar lo necesario para una semana, tal y como siempre. Yo también compraré papel higiénico, pero tal y como hubiera hecho antes de la crisis.
ResponderEliminarEstos días son extraños, pero claro, tenemos un virus ahí que es nuevo y nos aleja.
La realidad supera la ficción.
Mucho ánimo Atticus, un abrazo.
Muy triste. Yo estoy cada vez más triste. Y eso que, como digo, tengo suerte en casi todo y no estoy en primera línea. No sé si hoy saldré o nos apañaremos.
EliminarTengo, además, una sensación de irrealidad, como de ficción, sí.
Soy persona voluntariosa, pero noto que el ánimo se me va. Podré con ello, seguro.
Estamos viviendo tiempos raros, complicados, tristes. Temo el momento de tener que ir al supermercado la semana que viene (la semana pasada compré para dos semanas), parece que estamos viviendo una película de ciencia ficción, a veces lo pienso. Yo también compraré papel higiénico que se nos está acabando (si es que han repuesto, la última vez que fui no había), pero en cantidades habituales.
ResponderEliminarPero bueno, todo pasa, vendrán tiempos mejores y normales, espero. Y mientras llegan, yo aprovecharé a leer a tope, ver pelis y series, a matar el tiempo con todos esos hobbies que en circunstancias normales no tenemos tiempo de disfrutar
¡Besos, ánimo y feliz cuarentena Atticus!!
Yo soy de los que todos los días sale un rato a caminar y suelo aprovechar para comprar algo, de modo que no hago grandes compras semanales.
EliminarTenemos la sensación de déjà-vu, en efecto. Y qué mal.
Yo no tengo mucho tiempo para leer. Nos han dicho que teletrabajemos y la plataforma funciona fatal. De hecho, hago ahora un receso. Mañana, supongo, me empezarán a mandar cosas los chicos. Creo que mejor así.
Besos para ti y que esto sea pronto un mal recuerdo.
En estos días me han llegado todo tipo de chistes, incluido el de un tipo que se viste de Rambo para ir al supermercado. Tengo una amiga que trabaja en una tienda de comida. Le han indicado que informe a los clientes que no se permiten devoluciones en estos días. Vio salir carritos llenos de yogures con fecha de caducidad que no serán comidos. Me resulta inevitable pensar si el coronavirus habrá llegado también a las familias que abandonaron sus hogares para estar entre Grecia y Turquía con un destino incierto. ¿Qué pensarían ellos de la crisis del papel higiénico? Ellos y... Tantos otros... En fin, así es nuestro bello planeta azul. Un abrazo para todos en estos días de confinamiento.
ResponderEliminarTambién a mí, supongo que a todos. Es el modo que tiene la mente de defenderse frente a una catástrofe. No hay burla, como creen algunos. O a mí no me lo parece.
EliminarLo del papel higiénico (y otros productos), si no fuera una situación de emergencia, daría para una película de Berlanga. No sé qué pensarán ellos. Pero pensémoslo al revés: si con los supermercados llenos, la gente acapara, ¿por qué cuesta tanto entender que la gente quiera huir de la guerra y hacer lo que sea?
Tantas personas buenas... Y los miserables que siempre hay. Un abrazo.
El otro día fui a comprar fruta a un negocio local. Llevaba mascarilla y guantes. Los dependientes iban igual. Estaba sola. Normalmente hay varias personas comprando a la vez y hacen compra grande. Me sentí rara. Tener que mantener distancia (distancia física) con las personas que aprecias no es nada agradable. Me dio la impresión de que estaba comprando en otro sitio. Sensación rara, repito. Ánimo con la cuarentena.
ResponderEliminarUna tristeza y un horror. Como vivir fuera de la realidad, acorchado y golpeado a la vez. Cuando esto termine hay que seguir comprando a todos estos que nos han alimentado, a los dueños de los bares que han tenido que cerrar...
EliminarTengo ánimo. Unos ratos más y otros menos. Gracias. Tenlo tu también.
La escena que describes parece sacada de una novela de Paul Auster que leí hace tiempo titulada "El país de las últimas cosas". Sólo espero que no lleguemos tan lejos como en la novela. Es increíble pero la ficción se nos ha colado en la realidad cotidiana por debajo de una puerta que creíamos tener bien sellada. Yo todavía, después de una semana en casa, al despertarme por la mañana, o al terminar de ver una película o al levantar la mirada de un libro, sigo sin creerme lo que está pasando. Hace justamente semana la vida todavía era normal. Parece que ha pasado una eternidad desde entonces. Ya se echa de menos aquel tiempo "lejano" en que uno podía hacer la compra tranquilamente, o dar un paseo, o ir al trabajo sin miedo. Esperemos que todo esto pase pronto, y sobre todo que termine bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es esa la sensación: estar viviendo una irrealidad. Qué bien lo has descrito: "la ficción se nos ha colado en la realidad cotidiana por debajo de una puerta que creíamos tener bien sellada". Cuando la vida era normal todo nos parecía demasiado normal. Y ahora echamos de menos esa normalidad. Me acabo de asomar a la calle. Normalmente diría que hay muy poca gente, pero ahora me asalta la idea de que hay demasiada gente. Ojalá termine pronto, sí. Y sigamos aquí. Un abrazo y gracias a ti.
EliminarOs dejo un enlace:
ResponderEliminarhttp://www.ataun.eus/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Oscar%20Wilde/El%20pr%C3%ADncipe%20feliz.pdf
Se trata de un cuento infantil, "El príncipe feliz" de Óscar Wilde.
Muy al hilo de lo que está pasando por la similitud con la entrega de los sanitarios en estos momentos.
Lo verdaderamente importante somos las peronas, TODAS, sin diferencia alguna.
Que esta crisis sirva para darnos cuenta de lo importante.
Un beso a tod@s y cuidáos mucho!
Muchas gracias, Anónimo. Y bienvenido.
EliminarOjalá, como dices, sepamos diferenciar el trigo de la paja. Temo que algunos sí y otros no, la mezquindad también forma parte de la naturaleza humana, como la bondad.
Cuídate tu también. Todos.