1.
Esta semana estuve 20 minutos esperando que alguien viniera a
por su coche, que, dejado -no aparcado- en doble fila, bloqueaba al mío. Llegó
la dueña al mismo tiempo que la grúa. No apareció antes pese a mis pitidos,
hasta que llamé a la policía. No obstante, según ella, era yo el que tenía que
haber pitado más. Había nueve plazas de aparcamiento libres en los alrededores.
Nueve. Llegué tarde a mi cita, claro, seguramente por no estar muchos minutos
molestando a los vecinos con el claxon.
2.
Dentro de mis atribuciones como profesor debo hacer una
guardia de patio. Soy el que se ocupa de la cola de cafetería, amén de desfacer
algún que otro entuerto. No entiendo a esos alumnos que se cuelan, a los que
dan dinero a otro, que sí guarda cola, mientras ellos no lo hacen. Se lo afeo,
se lo reprocho y lo impido. Pero así totos los días. Una estudiante me dijo que
colarse era “lo normal”. Les digo que eso es el equivalente a la corrupción: me
aprovecho lo que puedo y tonto el último. Se ríen.
3.
Todos los días veo coches que se paran donde les apetece, que
giran sin intermitente, que salen de la rotonda por el interior, que no paran en
el paso de cebra. Lo de la velocidad urbana reducida es una utopía. Sin
embargo, conducimos todos en la misma ciudad, los asilvestrados y los demás. Las
cosas funcionan mínimamente porque la mayoría es cortés y cumple las normas;
los otros se aprovechan de ello y de ellos. Obviamente, excluyo a los que
descargan en doble fila los productos que comemos los demás: eso es trabajo y
muy difícil.
4.
No soy pequeño precisamente, pero son muchas las veces en las
que debo apartarme porque va un grupo ocupando toda la acera sin intención de
apartarse. Jóvenes y no tan jóvenes. Casi siempre en grupo porque de uno en uno
somos menos arrogantes. En alguna ocasión, ya algo irritado, me he parado en
medio de la acera y a ver. Que la calle no era de Fraga ni de la masa gregaria.
5.
Y dentro de un rato me iré a ver un partido de balonmano. Me
gusta el deporte y la conducta de los deportistas. No tanto la de algunos
aficionados. La última vez me cambié de sitio por las lindezas que dos mujeres
dirigían a los árbitros y a los jugadores del otro equipo. Una de ellas con un
indudable aroma a Eau du Vodka. No lo entiendo, tal vez sus vidas sean tan
tristes que necesitan de esos desahogos inciviles. Igual es que me estoy
haciendo mayor.
Procedencia de la ilustración:
https://en-clase.ideal.es/2021/06/06/jose-vaquero-sanchez-los-gestos-de-cortesia-en-la-educacion/
Y lo que yo veo peor es que ahora parece que tienes derecho a hacer las cosas mal. Lo te dicen "es lo normal". Creo que ni siquiera se es consciente de estar haciéndolo mal.
ResponderEliminarDonde ya lo lucho es con el tema de la puntualidad. Uf.
Pues sí: el derecho no al error (quién no se equivoca), sino a la arrogancia, a la imposición, a que lo bueno o lo verdadero tenga el mismo valor que su contrario. Lo normal, dicen. Criaturas...
EliminarLo de la puntualidad es punto y aparte. Insoportable. Y lo más normalizado.
Veo que has hecho una buena recopilación de faltas de urbanidad y cortesía con las que nos solemos encontrar habitualmente todos y que a los más civilizados y "educados" sufrimos de vez en cuando. Es curioso, todo lo que cuentas, todos los casos menos uno, menos el del partido de balonmano, me ha pasado varias veces, yo sigo sin normalizarlo y me siguen fastidiando.
ResponderEliminarPor cierto, que rollo eso de tener que hacer cada día de guardia de la cola de la cafetería, pero bueno, me suena, te cuento que en mi biblioteca que no hay seguridad (y mira que la hemos pedido veces, pocos edificios públicos hay que no tengan guardia de seguridad) pues los bibliotecarios tenemos que andar haciendo guardia y llamando la atención constantemente, soy de la opinión y varias veces se lo he transmitido a mis jefas, de que esa función no sería nuestra y de hecho, yo al menos paso bastante y hago la vista gorda por no pasarme la tarde de bronca, que yo no voy a trabajar a eso
¡Paciencia!!!
Besos
Son unas cuantas, Marian. Yo lo llevo mal. Esa falta de respeto que veo cada día, ese ímpetu de lo banal... Cualquier día me compro un Walden y me las piro vampiro.
EliminarQué pena que sea necesario alguien con una porra. Qué pena infinita.
Besos.