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martes, 28 de junio de 2022

ARDE ESTE LIBRO

Leí este libro por recomendación de Ana, que conocía al autor. Fernando Marías murió recientemente. 63 años. Siempre una tragedia, desde luego. Tantos libros por escribir…

El libro no tiene sorpresa alguna: en las primeras líneas ya sabemos que lo escribe en homenaje (en recuerdo) de la que fue su pareja durante muchos años y que fue incinerada con una novela de Fernando Marías entre las manos. A partir de ahí, Marías bucea en la historia común, su encuentro en Madrid, su amor lento e intenso, su vivencia de los años de la movida, la escasez crónica de dinero, el paso del tiempo…

El libro es valiente, conmovedor, a veces tan intenso que parece que estás sintiendo lo mismo que él, que ellos. Es desgarrador en algunos párrafos, especialmente la segunda mitad, en la que Marías se enfrenta a las decisiones que tomó, que tomaron, a sus errores, algunos de ellos graves. No es que haya culpa, pero sí una punzada de dolor por lo que pudo ser, por los caminos que llevaban a ninguna parte.

Y en realidad sabemos poco de Verónica. Es el personaje de la novela y, pese a ello, está en sombra. Lo reconoce el autor a veces. Por ejemplo, en estas palabras: “El gran pecado masculino de mi generación, cuyo desconocimiento no exonera de la culpa: posponer para el día siguiente la mirada sobre los anhelos de la compañera” (páginas 83-84).

Me resulta difícil no hacer spoiler. No lo haré. El libro acaba mal. Lo sabemos nada más comenzar. No hay sorpresas. Yo sí lo recomiendo.

 

Algunas frases que he subrayado:

“Pero hacia ti fui. En línea recta y sin dudarlo un instante” (27).

“Resulta imposible, maravillosamente imposible, dejar de desear que quien nos gusta nos guste todavía más. Perseguimos el límite del deseo y, por desgracia, solemos encontrarlo. La felicidad está en ese trayecto”. (28).

“Era mentira, pero fue verdad” (41).

“Tal vez soy un tuareg sin desierto” (75).

“Las palabras pronunciadas en voz alta pasan a ser patrimonio de la realidad” (85).

“Sentarnos en una cama al azar, frente a frente, pedir al dependiente que nos dejase un rato a solas y decirnos cara a cara que estábamos comprando una cama en la cual no íbamos a hacer el amor nunca más” (101).

“Estoy seguro de no ser culpable, pero no tanto de ser inocente” (138).

 


Procedencia de la imagen: 

https://alreveseditorial.com/libros/arde-este-libro



2 comentarios:

  1. Bonita entrada, Atticus.
    Hace un rato hablábamos precisamente de como nos cambia la perspectiva en las relaciones con el tiempo.
    Es bonito que se hable con cariño de una relación, aunque a veces, casi siempre, una vez perdida, la valoramos más.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias. Es un libro cálido y áspero. Pero sí, de una persona que ya no está y a la que el autor regaló su amor, su tiempo, sus errores también. Un abrazo.

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