"La polisemia del lenguaje constituye el combustible
del pensamiento”
Eugenio Trías: La
dispersión
Estoy viendo la final de la Copa de baloncesto. Cuando termina,
el telediario informa de que Rubalcaba pide que las empresas no hagan donaciones
económicas a los partidos políticos; también de que Cristiano Ronaldo le mete
tres goles al Sevilla, de que ha muerto Eugenio Trías…
Ha muerto el filósofo Eugenio Trías. Sin duda, uno de los pensadores españoles más importantes, infinitamente menos conocido que otros más mediáticos, pero
sólido como ninguno. Premio Friedrich Nietzsche (el más importante en
filosofía) en 1995. 70 años.
Voy a mi modesta biblioteca y descubro con vergüenza que sólo
tengo un libro suyo, La dispersión,
otro en colaboración con Josep Ramoneda y Xavier Rubert de Ventós, titulado Conocimiento, memoria, invención, y un
tercero en el que se le hace una entrevista. El primero es un texto de
aforismos, que hay que leer, según recomendaba Nietzsche, como si fuésemos
vacas y no hombres modernos, esto es, rumiando. En el segundo colabora con un
capítulo titulado “Lo bello, lo sublime y lo siniestro”. El último tiene su
gracia, se titula Conversaciones con la
joven filosofía española, y es una serie de entrevistas de Javier García
Sánchez con jóvenes como Savater,
Camps, Gómez Pin, Rubert de Ventós, Sádaba, Albiac y otros. Claro que el libro es de 1979: ellos eran
jóvenes y yo un niño.
La entrevista con Trías se titula “La importancia de la
meditación filosófica”. La releo y me encuentro con su concepción de la pasión
como “punto de partida de la reflexión epistemológica, (…) como forma de
conocimiento en lugar de –como suele entenderse- aquello que impide que
conozcamos”.
Hace unos diez años hice un curso con él y sobre él en la
Biblioteca Valenciana, que conducía entonces José Luis Villacañas. Trías dio la
primera sesión. Recuerdo la facilidad con la que pasaba de la filosofía a la
música, de ésta a la literatura, y de ahí al urbanismo, al cine o a la
historia. El resto de las sesiones fueron una sucesión de teloneros que no aportaron nada, salvo palabras de veneración al
maestro y academicismo a raudales.
Me admiró su conocimiento y me sorprendió su figura. Trías
era un hombre menudo, educadísimo, pulcro, riguroso. Me recordó a Nietzsche,
tras cuyo gran bigote también se escondía una persona con las mismas
características.
Los lectores habituales de este blog perdonarán que haya
escrito unos cuantos párrafos sobre alguien cuya obra conozco tan poco. Tengo
como propósito escribir tan solo (y con cuidado) de aquello de lo que sé algo. No es
el caso: perdón. En realidad éste es un post de agradecimiento. Sin los goles y
sin las impostadas palabras de los políticos se puede vivir. Sin Trías,
pensarán algunos, también. Pero yo le agradezco que se molestase en pensar un
poco más, y un poco más allá, que los demás.
“Escribir es inscribir algo en la carne. Es tatuar al
que lee”
Eugenio Trías: La
dispersión
Muy interesante, un bonito homenaje y un buen gesto de agradecimiento.
ResponderEliminarPd: y he escuchado la entrevista entera...
Me da vergüenza decirlo... yo no. Pero esta noche cae. Estoy haciendo lo que no hago nunca: hablar de escritores que conozco poco, poner enlaces que no he visto. Era por la urgencia. Y porque recuerdo la solidez intelectual de aquel hombre que no vino a Valencia a hacer un bolo, sino que se tomó muy en serio un curso y el interés de los que allí estábamos.
ResponderEliminarVisto recién. Qué poco...
ResponderEliminarLeí “La filosofía y su sombra” en mi primera mocedad. Sin recuerdos.
ResponderEliminarA finales del Siglo XX leí “Tratado de la pasión”… Lo tengo profusamente subrayado, pero no recuerdo mucho. Los subrayados que consulto hablan de la idea de amor en la literatura…, más o menos.
Y uno que escribió a cuatro manos, “El cansancio de Occidente”, con Rafael Argullol: de éste sí recuerdo que no me dijo mucho, creo que me decepcionó.
Los tres libros son de magra extensión, así que no puedo decir mucho de un Trías que en su juventud fue seguramente, como otros, nietzscheano y con el tiempo parece que derivó hacia un pensamiento de corte muy metafísico y hasta “religioso” (no sé, esto es un eco)…
Sea como fuere, lo que más me llama la atención es la lejanía -independientemente de la valía intelectual de los filósofos españoles (diría que muy poca)- de la filosofía respecto de la gente común e incluso de la mayoría de las personas ilustradas.
¿Quién lee hoy filosofía?
Creo que uno de las causas es la “torremarfileñidad” de la cátedra y la mediocridad de la sociedad y del pensamiento en general.
Uffssshh cagontó nano m voi aber Gndiachor k lo tngo gravao to guapo :::
Ya has leído más que yo. Por cierto, parece que dejó inédito un texto sobre cine. Ahí sí que le hincaré el diente, sobre todo porque "Vértigo" es, para él, la peli por excelencia que refleja lo bello y lo siniestro.
ResponderEliminarOtra cuestión es la lejanía de la gente de la filosofía. Que sea gente común no me preocupa (aunque pueda parecer elitista). Lo que me preocupa es la lejanía de gente que se cree ilustrada sin saber una palabra de Platón, o de cualquier otro puntal de la cultura occidental. Muchos creen que con tener la wikipedia y el rincón del vago al alcance de un golpe de ratón, ya poseen un acervo cultural. Animalitos.
La torremarfileñidad no queda excluida. Conozco unos cuantos.
Y mañana nos explicas el último párrafo.
Hola Atticus, si te soy franca, casi no había oído hablar de este filósofo que nos presentas hoy con motivo de su fallecimiento. Pero ya veo que incluso le conociste personalmente y te causó buena impresión.
ResponderEliminarPor cierto, he visto que vives en Valencia. Yo soy valenciana, aunque no vivo allí.
Besotes
Bueno, Marian, no te disculpes. La filosofía, como cualquier actividad, tiene niveles. Y este es un filósofo de altos vuelos, no para el gran público. Ni siquiera para todos los de filosofía. Yo lo conozco poco, como ya he dicho, por lo que me fustigo las neuronas todos los días con un ejemplar en alemán de la "Fenomenología del Espíritu".
EliminarEso sí, me dio una excelente impresión.
Pero no vivo en Valencia; ni siquiera soy de allí, aunque media vida la he pasado por aquellos lugares. No sé si tú lo llevas a gala, a mí lo de la procedencia me deja frío. Eso sí, el arroz al horno (que bordo), y cualquier otro arroz son punto y aparte. En gastronomía me rindo a Valencia. Y a Galicia, y a Asturias, y a Castillas ambas, y a Italia... La causa nacionalista no tiene nada que hacer conmigo.
Bueno, a mí lo de la procedencia también me deja fría, pero me parecía curioso que fueras de allí, aunque ya veo que no. Te diré que me considero madrileña, porque es la ciudad donde siempre he vivido. Y el arroz al horno, ¡que razón tienes...!!! Es cosa aparte.
ResponderEliminarBesos
Considerarse madrileña es una virtud para la que no hace falta partida de nacimiento ni certificado de bautismo ni volante de empadronamiento. Siempre me gusta ir, siempre pienso que debo ir más. Entiendo a aquel que decía que era una ciudad invivible pero insustituible. Por cierto, el martes estuve: exposición de lla catástrofe pompeyana, comida posterior en "La isla del tesoro", vegetariano magnífico (y muy barato) de la calle Atocha, chocolate en San Ginés (sale en "Luces de Bohemia") y después hora y media en el Hammam, en la misma calle Atocha. Tengo en la cabeza un post sobre la experiencia "hammánica".
EliminarA Eugenio Trías lo conocía de oídas, y confieso que no he leído nada suyo. No obstante, las dos citas que has colocado en el post me han dejado desarmada y con ganas de más, pues comparto lo que dice, lo comprendo, ha puesto palabras a aquello que persigo a la hora de escribir (otra cosa es que lo logre o no, jejeje). Por tanto, muchas gracias por este post, Atticus. Gracias.
ResponderEliminar¡Menos mal! Creía que nadie iba a decir nada. Pero la perspicacia poética de Clotho está muy por encima del común de los mortales. Las citas son lo mejor del post: creo que te gustará el libro.
EliminarSi uno no se siente tatuado por lo que lee, no vale la pena seguir. Si el que escribe no siente cómo se va tatuando su corazón, mejor dejarlo.