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sábado, 8 de noviembre de 2014

BERLÍN Y EL OLVIDO

Algunos acontecimientos marcan a generaciones. El muro de Berlín y su caída es uno de ellos. Estuve allí hace tres años. Visité una ciudad que me pareció confortable, fácil, apacible. También herida.

Un guía nos llevó a los principales lugares, especialmente ésos que son difíciles de encontrar y parecen deliberadamente escondidos. El búnker de Hitler es uno de ellos, convenientemente oculto por tierra y ocupado en servir de aparcamiento entre horribles edificios.

Cerca de allí, la cicatriz del muro era bien visible en el asfalto, tal vez como un aviso de lo que ocurrió hace tan poco tiempo, 25 años. Y, también muy cerca, el Checkpoint Charlie, convertido en atracción turística, llama la atención y los flashes.

El recuerdo y el olvido. Tal vez los alemanes quieren recordar que vencieron muy recientemente al muro, pero quieren olvidar, desterrar de la memoria, que prestaron apoyo al nazismo (ya sé, no todos).

La primera vez que estuve en Alemania me alojé en un hermoso pueblo cerca de Trier/Tréveris. El cementerio estaba integrado en el núcleo urbano y se podía atravesar para ir de un sitio a otro, lo que hice en dos ocasiones. Pregunté por un rincón que parecía abandonado, a punto de ser devorado por los zarzales. La mujer que me acompañaba, una española con varios quinquenios, en Alemania me dijo que eran los soldados de la Segunda Guerra Mundial, que había un cierto sentimiento de culpa, que los parientes casi no los visitaban, que no ponían apenas flores. Como si el recuerdo fuera clandestino.

Por eso, en este día de aniversario, estoy dando vueltas al asunto del olvido y la memoria, que tan difícil es compatibilizar en las personas. En los países, en los pueblos, más aún, más complejo.

La culpa, el orgullo nacional, el honor… Qué palabras.

4 comentarios:

  1. Estuve en Berlín antes y después del muro. Me gustó las dos veces.

    La primera vez vi una ciudad viva, bohemia, expectante y con una cicatriz horrible en medio de sus dos senos. En mis ojos el film Cielo sobre Berlín.

    Me conmovieron banderas de las Brigadas Internacionales en un museo.

    La segunda vi una ciudad más serena y al acecho de sí misma. Me conmovió hasta lo más profundo el Museo Judío y una escultura en honor de Rosa Luxemburgo.

    No soy alemán pero cuando cayó el muro lo fui por una o varias noches. Y escribí: ich bin ein berliner. O algo así.

    Volveré.

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    1. Tiene Berlín esa cualidad que dices: estamos seguros de volver.

      Tuvo que ser toda una experiencia ver la ciudad antes y después. Y para los propios berlineses bastante más que una experiencia. En mi juventud discutí con un prosoviético sobre el muro, que defendía con ardor. Yo le debí parecer un agente de la CIA cuando le dije que me llamaba la atención que nadie se escapase de la RFA para llegar al "paraíso".

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  2. Me interesa cuanto dices y no he podido evitar detenerme en la última parte, cuando aludes al asunto del olvido y la memoria. Muchas veces parece que es algo de "cosas grandes", de hechos históricos, de naciones... No obstante, en esas últimas líneas partes de la compatibilización de ambas cuestiones en las personas... Me he detenido ahí, me he analizado por unos instantes y también a personas que he podido conocer, que formaron o forman parte de mi vida y... Sí, definitivamente creo que es una cuestión muy complicada aunque no debiera. ¡Cómo nos gusta marear la perdiz a las personas! Supongo que convergen muchas y variadas fuerzas vitales como la de sobrevivirse a un@ mism@. ¡Saludos, Atticus!

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    1. No creo que sea cuestión de marear la perdiz, sino que el olvido puede ser voluntario, muy difícilmente voluntario o simplemente que el tiempo borra suavemente lo que no dejó apenas huella. Las sociedades tienen instrumentos de manipulación para que en dos o tres generaciones el pasado sea tan liviano que casi no exista. Las personas, a lo largo de nuestra vida, lo tenemos algo más difícil. Nietzsche hablaba de la activa capacidad de olvido, y a mí me gustaría creerlo y practicarlo. Pero no es fácil.

      En todo caso, sobrevivir a las fuerzas que pueden destruirnos es una obligación. Al final, estamos solos. Aunque solo sea por eso.

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