No he hecho exámenes on-line.
He diseñado trabajos que me han ido enviando los alumnos y con eso y las notas
de las dos primeras evaluaciones, he calificado. Ninguna reclamación, claro, el
sistema está pensado para que sea un éxito de escaparate lo que no es un éxito
del conocimiento.
No voy a discutir si lo que se ha decidido está bien o mal,
no sé qué es lo mejor. Hombre, yo hubiera agradecido más claridad en la
normativa, más apoyo y menos papeles innecesarios. Y menos grupos y menos
alumnos a mi cargo, eso lo primero.
Mis alumnos han trabajado desigualmente. He procurado que las
actividades no fueran copiables de internet. Muchos han hecho maravillas,
trabajo reflexivo y personal. Otros no. En algunos me consta que sus padres no
es que les hayan ayudado, es que les han hecho el trabajo. Me cuentan
compañeras de inglés que estudiantes que no sabían conjugar el verbo to be hacen de repente unas redacciones
sin mácula, que ni Shakespeare en plenitud.
Ayer leí en Twitter una pregunta. Decía algo así: “¿Ayudarías
a tu hijo en un examen on-line?”. Pues claro que no, pensé yo. Es más, respondí
esto: “Una botella de agua, palmadita en la espalda y ale, a por ello”. Por una
vez, me dediqué a perder el tiempo leyendo estupefacto las respuestas.
Aproximadamente la mitad decían que sí, que por supuesto, que es su hijo, que
quieren que apruebe. Otros buscaban justificarse y salvar esa honra que no
tienen echando balones fuera: ha hecho lo que ha podido, le cuesta pero se
esfuerza... Alguno incluso vociferaba sus bilis purulentas contra el
profesorado en general y los profesores de su hijo en particular.
En treinta o cuarenta respuestas no leí ni una sola vez la
palabra honestidad. Y pensé que eso es lo grave y la excepción. Y que tal vez
por eso los estudiantes alucinan cuando les afeas que copien, del compañero, de
internet o del Dalai Lama. El ejemplo, el mal, está en casa.
Que nadie me malinterprete: esto no tiene valor de globalidad.
Algunos estudiantes y sus padres, muchos, nos han dado una lección de esa
palabra tan hermosa: honestidad. Y ellos son los que dignifican la profesión y
este bendito y maltratado país en el que nos ha tocado vivir.
Procedencia de las imágenes:
https://juventudconcristoblog.wordpress.com/2016/06/20/cual-es-la-importancia-de-la-honestidad/
https://www.vigomarketing.com/copiar-es-de-segundones/
¡Hola Atticus! Menos mal que tu percepción es que muchos sí son honestos, aunque habría que saber cuantos son muchos, si la mitad, o más o menos. Porque haberlos, por desgracia siempre haylos y siempre los habrá. Pienso que los profes sois los que peor lo habéis tenido (después de los sanitarios) en la cuarentena e incluso cuando abran los colegios,la cosa no va a ser sencilla, y lo que tú dices tanto papeleo inútil que lo único que hace es retrasarlo todo y hacer las cosas más complicadas. Entiendo la ayuda de los padres a los hijos en temas escolares, pero no entiendo que les hagan un examen o un trabajo entero, creo que eso es muy contraproducente para ellos
ResponderEliminarBesos
Sí, muchos lo son. No sé cuántos, probablemente la mitad. Y, por cierto, me he encontrado más deshonestidad y mentiras en padres y alumnos de clases medias-altas durante unos años en los que estuve en un instituto de la parte más pudiente de la ciudad. No lo entiendo ni podré entenderlo. Recuerdo a una madre, por cierto profesora en otro instituto, que se quejaba de los profesores de su hija, de todos. Le dije que el problema del instituto no eran los profesores, tan buenos y tan malos como ella o como yo, eran los padres.
EliminarPero es difícil generalizar, quiero decir que allí había muchos más, muchísimos. Una compañera que sigue allí me dice que cada año hay más reclamaciones escritas, algunas porque al nene sólo le has puesto un 9.
Ayudar lo hacemos todos, yo nunca le he hecho los deberes a mi hijo. Eso es decirles que trampear es lo correcto.
Tengo otro amigo a cuyo hijo le propusieron estar en un ángulo muerto en un examen oral on-line. Con bastante dinero, que rechazó.
Lo peor lo han llevado los sanitarios. Y también todos aquellos que pusieron su vida y su salud en juego: cajeros, transportistas... Ahora la cosa veremos. La administración no nos tiene ningún respeto ni nos escucha y lo que va a invertir en ampliar espacios y plantillas es cero. Nada. Eso sí, rellenaremos muchos papeles. Estoy pensando pedir tres meses de permiso sin sueldo. Porque lo peor es que, pase lo que pase, la culpa caerá sobre nosotros, especialmente sobre los equipos directivos, que les cae un marrón de dimensiones oceánicas.
Una de las instrucciones más chuscas es que debe haber un responsable de COVID-19 en cada centro. No van a mandar ningún sanitario, no van a reducir la ratio... pero habrá un responsable. Lo dejo que me deprimo aún más.
Besos.
La evolución lleva a eso.
ResponderEliminarLa era digital viene para quedarse.
Cuánta gente conocéis que vive con una economía rentable y desconocen la palabra honestidad, esfuerzo y sacrificio?
Yo muchos, muchísimos.
Y sorprendentemente tienen carreras y hasta parece que saben.
En la era analógica también pasaba.
La digitalización, injusta para los más débiles, como siempre, aún facilita más la vida a ese sector.
Quién puede justificar que en una situación límite, como esta, un alumno tenga que tener internet, y por tanto pagar, para desarrollar su educación?
Yo vivo en un pueblo pequeño, y aquí los maestros han ido por las casas a llevarle a los alumnos los deberes y ver cómo estaban, si se sentían frustrados o podían hacer algo por ellos.
Por suerte, hay más gente honesta y con empatía hacia el débil que lo otro.
Lo que pasa, es que pasan desapercibidos, por convicción, y parece que su trabajo no exista.
Por suerte, existe.
Que es inevitable, ya lo sé. Que es muy útil, también. Que sea la solución a los problemas de la educación... Eso, desde luego que no.
EliminarAfortunadamente, sigue habiendo personas íntegras, esas son las que merecen la pena. Y sí, como dices, pasan desapercibidas. Porque la virtud se hace discretamente, por convicción y no por autopropaganda.
No sé cuántos son, afortunadamente, los hay.
Honestidad, gran palabra.
ResponderEliminarHace dos años el Inspector de mi zona me entrevistó acerca de qué metodologías utilizaba con alumnos de un programa de refuerzo. Él quería oír que trabajaba utilizando proyectos y lo cierto es que por aquel entonces mi forma de adaptarme a aquel alumnado no era con ABP (aprendizaje basado en proyectos), adaptación había, sí, pero no así. Rápidamente salieron al quite varios compañeros presentes.
Días después, una compañera me hizo ver entre bromas que casi estropeo todo por ser incapaz de mentir. No le contesté como merecía.
Por supuesto, no me arrepiento de haber dicho lo que había.
Honestidad por delante y ante todo, con respeto y sin ofender...
Gracias, Atticus, de nuevo y como siempre, por tu, en mi humilde opinión, necesario post.
No entiendo la función de inspección más allá de ser los guardianes de los papeles, de las formalidades y de ser una instancia con la que amenazar a los profesores. Por supuesto que han de actuar y sancionar cuando la situación lo requiera, pero esa función creo que no es la esencial. He conocido pocos, el último era un amigo de mi pareja; en una cervecería me despaché a gusto: era un creyente en todas esas bobadas pseudopedagógicas. Por supuesto, empezó a creer después de estudiar brillantemente su carrera y aprobar brillantemente su oposición.
EliminarCada día que pasa me resulta más ajeno ese lenguaje, como si estuvieran hablando una lengua que no soy capaz de aprender. Sospecho que no significa nada y que si hablásemos claro todo sería más fácil.
De nada. Gracias a ti siempre.