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viernes, 24 de agosto de 2012

LECTURAS DE VERANO

Desde que era un chavalín el verano ha sido para mí un tiempo inacabable dedicado a leer. Recuerdo días en los que pasaban por mis ojos hasta tres libros de Los cinco, Los Siete Secretos o Los Hollister. Incluso alguna vez tomé “prestados” de las chicas de la familia unos tomos de no sé cuántos cursos en Torres de Malory. También releía un verano sí y otro también cuatro tomos descabalados de El Príncipe Valiente, tebeo que me sigue gustando ahora que he conseguido completar la colección.

Sigo haciendo lo mismo. Me acuesto con un libro (sí, ya sé, hay mejores actividades horizontales), y lo recupero tras el desayuno: unos pocos capítulos, a veces en papel, otras en e-book.

Bueno, a lo que iba. Este verano he leído lo siguiente:

Comencé con Trilogía de Nueva York. Conozco la historia contada por Paul Auster, pero otros libros lo han sepultado y no lo he terminado aún; tengo que volver sobre él. Porque se acercaba el día de viajar a NY, así que cogí con urgencia el texto de Elvira Lindo Lugares que no quiero compartir con nadie, que me supo a poco. Se queda en tierra de nadie, como si no acabara de estar terminado. No obstante, visité alguno de los lugares de los que hablaba, como el Smoke, del que hablé en unas "Crónicas Neoyorkinas" y el maravilloso paseo sobre las vías de un antiguo tren elevado.

En el avión leí un curioso libro de Eduardo Mendoza, Nueva York, en el que cuenta cosas, como el anterior, pero con ese estilo tan típico suyo; no sabes si está narrando lo que de verdad ocurrió en sus años allí o es que se le ha colado el espíritu del detective cutre de sus novelas. También le di una vuelta completa a Poeta en Nueva York, para escarnio de mis compañeros de viaje: fue como si entrase la luz en el avión. Me maravilla su tono, su explosión de imágenes tan atrevidas, su contraste de metáforas; sigue vigente y sigue siendo el Federico García Lorca que me gusta.

Unos días de estancia en Carcassonne me llevaron a una novela sobe los cátaros: La sangre de los inocentes, de Julia Navarro. Un tocho que sólo resulta llevadero en formato digital (por lo del peso). Es tan deleznable como Dan Brown, sobre el que ironiza no sé porqué, pues pertenecen a un mismo género (la conjura histórica con aspecto de investigación). El libro tiene presuntamente una compleja estructura a lo largo de tres épocas. Pero se dispersa en personajes innecesarios y en digresiones que no vienen al caso sobre asuntos de ningún interés. Me resultó moralista, blando y tontorrón. Incurre en todos los tópicos. Una pérdida de tiempo, incluso del chicloso tiempo estival.

Menos mal que, tras recuperar mi casa y el dolce far niente, hice una buena elección: El enredo de la bolsa y la vida. Matizo: el libro no es muy allá, está lejísimos de otros de su autor, pero el ingenio de Mendoza está fuera de toda duda. Recomiendo los divertidos encuentros entre el prota y los miembros de la familia china que regenta un bazar al lado de la peluquería de señoras. Lo mejor.

Después me dio el punto más serio y abrí El temblor del héroe, de Álvaro Pombo, último premio Nadal. Esto… decepcionante. O sea malo. Pedante, sin argumento definido, con unos personajes absolutamente inverosímiles y poco elaborados, cuyas acciones no parecen creíbles, menos aún sus conversaciones, entreveradas de altos vuelos filosóficos y palabras subidas de tono o directamente soeces. También el tema de fondo (la pederastia) me parece mal tratado, reconozco que me pone nervioso hasta en la literatura. Creo que Pombo es un gran escritor, pero aquí se ha columpiado.

Después me metí con el disparatado relato titulado La familia Fang, de Kevin Wilson. Me he reído de lo lindo, con lo que seguramente habré quebrantado la siesta de algún vecino. Sin embargo, la historia no da para las páginas que tiene, que se prolongan innecesariamente, como los minutos de la basura.

Mejor libro es La estepa infinita, de Esther Hautzig. Entronca con la literatura concentracionista, sin serlo. Una niña (judía y polaca) es deportada con su familia a Siberia por los rusos. Allí pasa la guerra, ha de luchar por sobrevivir; pero es también la historia del contacto con la gente del lugar y con el clima y el paisaje. Es un libro tan sencillo como bien narrado, sin estridencias, sin experimentos. Una delicia.

Y anoche, en las horas pegajosas con que nos obsequió agosto, terminé Memorias de un amante sarnoso, de Groucho Marx. Apenas unas sonrisas. Pasa el tiempo y sus películas siguen estando entre mis preferidas. Pero el libro no, acabó sin pena ni gloria.

Me gusta más el tomo que me acompaña a la playa: Las huellas imborrables, de Camilla Läckberg, con el que tendré un rato largo de sombrilla y brisa. Y luego, ya en casa, no sé si comenzar País de nieve, de Yasunari Kawabata, Los perros de Riga, de Mankell o Crónica del pájaro de da cuerda al mundo, de Murakami. A los tres les tocará pronto.

Me voy a la ducha. Y luego a leer.

12 comentarios:

  1. Oh my god, Atticus!!!. Leo tu post y me han entrado todos los males: mis tiempos de lectora empedernida han dado paso a un ocio donde he hecho justamente lo contrario, salvo algunos poemas en el Kindle, lecturas a salto de mata y...(top secret!!) la saga Crepúsculo.
    Este verano sólo me ha apetecido vaguear, dormir a cualquier hora menos por la noche y otras actividades...
    Pd: con esta confesión mi fama de reputada filóloga acaba de irse al garete. Oh my god!!!

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    1. ¿Poemas en el Kindle? Eso sí que es raro; si hay algo que pide papel es un poema.

      Lo de "Crepúsculo" que quede entre nosotros. Y lo de tu fama de reputada filóloga está en el mismo sitio que la mía de eminente filósofo. Si alguien las encuentra, que avise.

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  2. Yo he estado recuperando lecturas de hace años del tipo "La sintaxis de la imagen", "Diseño y comunicación visual", Arte de cual y de aquel de más allá, etc. Por otro lado, he estado leyendo la novela de un amigo, he retomado la poesía, me he iniciado en un paseo por escritos en prosa de Alejandra Pizarnik y alguna que otra cosilla. Así que,¡ muy variado! Ahora, también confieso que casi no he tenido vacaciones este año y claro, se nota, y mucho, jajaja. Un saludo, Atticus!

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    1. Eso que dices no son lecturas. Son... Es como si yo incluyese en mi lista la "Fenomenología del Espíritu" o la "Crítica de la Razón Dialéctica".

      Otra cosa es la poesía, y desde luego Pizarnik. No sabía que también tenía prosas.

      Lo que veo es que, cuando uno está bajo los efectos del virus de la lectura, encuentra tiempo.

      ¿Llegarán las vacaciones el próximo año? Tal vez, según estos, sean la causa de todos los males, y caminemos hacia el modelo chino/japo. Porque claro, eso de que te paguen sin trabajar... Por cierto, está en la declaración UNIVERSAL de los Derechos Humanos.

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  3. Admiro tu capacidad de lectura. Yo, que no tengo mucho tiempo y además cuando lo tengo me vence el cansancio y el sueño….en fin, que ole por ti. La” Estepa infinita” pasó por mis manos el año pasado y me encantó, creo que hasta te lo comenté. Este verano tan solo he leído uno, por eso de que me lo regalaron para mi cumple: “Cuando pase tu ira” de de Asa Larsson. Sólo comparte el apellido del genial Stieg, sí, de intriga, pero totalmente predecible, vamos que me ha parecido un rollo. Antes de acabar el curso me gustó mucho “Las tres heridas” de Paloma Sánchez Garnica. Es un libro, que me recuerda mucho a la historia de mi familia después de la guerra civil, quizás por eso es de esos libros que recordaré con nostalgia y que volvería a leer, eso sí, cuando tenga tiempo.

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    1. Bueno, Rocío. Suelo decir, medio en broma medio en serio, que los grandes enemigos de la lectura son las parejas y las casas con jardines que cuidar. Yo procuro no tener ninguna de ambas. De todos modos, tu caso es distinto, lo sé.

      Lo que yo no diré nunca es que leer te hace mejor persona, más digno, más tolerante, etc. Tengo centenares de contraejemplos. Cada cual lee si quiere, cuando quiere, lo que quiere y donde quiere. Faltaría más. A mí me gusta, leo siempre, pero en verano sobre todo. Mientras en la sombrilla de al lado pasan dos horas comentando el "Sálvame", yo archivo 100 páginas en el encéfalo lateral izquierdo (o donde sea). Veinte metros más atrás dos jóvenes de envidiable anatomía desparraman sus cuerpos al sol y los exhibir con orgullo mientras se aíslan con su i-phone; bien. Al final del paseo, una interminable familia pastorea su prole; lógico. Después volverán a casa: cada cual tiene sus obligaciones y sus aficiones.

      Recuerdo que me hablaste de "La estepa infinita", qué joya, cuánto dice con tan pocas páginas, qué prosa tan sobria y tan evocadora. Me sumo a tu juicio. Lo mismo con el de Asa Larsson; el primero de ella que leí me gustó, no tanto los demás: les sobran muchas páginas, es, como dices, predecible y, aunque no soy religioso, en sus libros el tema es recurrente como origen del mal. Me suena a marca de fábrica, a manivela, a oficio.

      No conozco el otro. Apunto.

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  4. ::: yo leía tebeos, poco libro (de ahí mi burricie)

    eres un león, brother (león: hombre que lee mucho): ¿deleznable Dan Brown?: a mí me gusta (que lo sepa toa España)

    esteeee, ¿Esther Hauzig? ¿Camila Läck…?

    eso, eso, vete a la ducha, guripa, que si sigues asín te va a dar algo en el píloro intramayéutico y a ver qué hacemos contigo; ya no hay repuestos en las parafarmacias, y es fundamental para la formación de heliotropos (de la familia de las borragináceas, que lo sepas)...

    a ver quién le dice unas palabritas a éste, que se nos echa a perder

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    1. Tienes razón: se nota que sólo has leído tebeos: "Nietzsche y los cuatro fantásticos", "Mortadelo y Aleixandre", "Capitán Kant", "13 Rue del Habermasstrasse", "Hazañas filosóficas"...

      Dan Brown...

      Lo malo de nombres como los de Esther Hauzig o Camilla Läckberg es que antes quedabas como dios, pero ahora cualquiera le pega una consulta a Doctor Google desde el móvil y tu reputación queda arrastrada ad infinitum. Leed a Camilla Läckberg: de lo mejor de la narrativa (novela negra) sueca, a la altura de los más grandes: devastadora, como todos ellos.

      Y me voy a la ducha, a ver si pillo un champú que se lleve por delante todo eso que dices.

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  5. Hola, tenía como futura lectura el de Elvira Lindo, pero parece que no terminó de convencerte. De acuerdo contigo en que Mendoza es un artista. Te recomiendo "El asombroso viaje de Pomponio Flato", me pareció original en su argumento. Los demás no los he leído. Respecto a los tres últimos que tiene pendientes, yo me decantaría por el de Kawabata (me encantó "Lo bello y lo triste") o el de Murakami (no lo he leído y tengo curiosidad por saber que opinas de él).
    Besos

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    1. No sé qué decirte del libro de Elvira Lindo: sí me gustó, pero hay algo que... no sé describir. Es como si yo cojo el barrio donde vivo y hablo de la gente, los bares, el Mercadona, la estupenda carne que compro desde que han abierto una carnicería..., pero falta algo en la narración qué no se identificar. No obstante, si vas a ir a NY, léelo, y también "Ventanas de Manhattan", de Antonio Muñoz Molina, excelente.

      He leído casi todo lo de Mendoza, salvo el que recomiendas, cosa que haré próximamente, porque el kilo de felicidad se está poniendo muy caro y Mendoza lo tiene al alcance de todos los bolsillos. Gran escritor, no sé por qué se le considera a veces "ligero" o "superficial". Allá los doctos con sus divinidades.

      Caerán los dos de los japoneses. Murakami es un amigo del que suscribe. y Kawabata un descubrimiento reciente. Regalé ese libro a una compañera que fue "ajustada" por esos que nos (des)gobiernan y he leído un par de libros suyos. Volveré sobre ellos en un post (¿"Lecturas de otoño"?).

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  6. Pues sí, cuando leo tus largas listas de libros leídos, me entra envidia (sana), porque siempre me ha gustado mucho leer y últimamente me falta tiempo. No sólo la pareja y el jardín son enemigos de la lectura, hay muchas más cosas.
    Aún así, he sacado algo de tiempo y he leído "La insoportable levedad del ser", de Kundera (acento en la u), para impregnarme del pensamiento checo antes de mi visita a Praga. Me ha gustado tanto que pienso leer la torre de novelas de Kundera que me ha dejado mi amigo Atticus y que descansan en mi mesa esperando su turno. Ahora estoy terminando "El libro de los amores ridículos", y sí, algo ridículos sí que son. Pero también son unos cuentos muy originales y sobre todo, muy bien escritos.
    Además he leído algo que sorprenderá a Atticus: "La luna y la niña", de Martin Mosebach. Un libro de un autor alemán bastante conocido ahora, que mi padre compró simplemente porque se desarrollaba en una parte de Frankfurt donde él vivió en su juventud. A mi padre le encantó el libro. A mi, no tanto. Ni los personajes, ni la historia, ni su forma de escribir me han llamado la atención.
    Y esto es todo... hasta que empiece el siguiente de Kundera: posiblemente mañana mismo.

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    1. Envidia... la mía. Hay cosas que son sucedáneos, que no pesan lo mismo en la jerarquía de elecciones que hacemos, o que alguien hace por nosotros.

      Creo que te gustará KÚndera, aunque las últimas novelas que ha publicado a mí no me dijeron nada. Sigo prefiriendo "La broma" a todas ellas, pero ya nos dirás.

      De Mosebach no sé nada. Si viene avalado por tu padre, lo anoto y lo leeré.

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