No seré yo quien desprecie ese gran invento de la humanidad:
las vacaciones. Ni diré que echo de menos la vuelta al trabajo, que un vicioso
no soy. Pero anhelo un poco de la actividad que hay entre septiembre y junio y
que ahora se suspende o ralentiza en exceso.
Algunos blogueros tienen un descanso estival propio de los
veraneos de antaño y los posts y comentarios se espacian demasiado.
Me pongo a leer electrónicamente el periódico en la edición
digital de El País y encuentro
artículos que ya he leído semanas, meses atrás. Junto a ellos, algunos son tan
enjundiosos como uno sobre escotes, y a
continuación otro que explica por qué Alicia Vikander es la chica del año; no
faltan, desde luego, las cuitas de Sergio Ramos y David De Gea con sus equipos
y cuentas corrientes.
Decido ir al cine, así, a ciegas. En media hora estoy de
vuelta: nada, pero absolutamente nada, que tenga un mínimo interés en la docena
de salas de la ciudad en la que vivo.
Para el comienzo del cine-club quedan casi dos meses.
Quedo por la noche en una de las cervecerías que me gustan:
cerrada por vacaciones.
Casi me apetece empezar a preparar las clases del próximo
año, pero nuestros representantes (Wert, ese hombre, a la cabeza), se han
empeñado en que no sepamos que va a ocurrir en la enseñanza ni siquiera a un
mes vista. De modo que cambio a Kant por el artículo de los escotes, ahora que
estoy unos días sin playa en mi casa de la España interior, recogido, haciendo
ejercicios espirituales.
Insisto en que no diré que tengo ganas de que llegue el
otoño porque la pereza estival me gusta, porque el reloj reposa desde hace unas
semanas, porque puedo leer sin hora y sin pausa, porque me gustan los helados,
el gazpacho y la fruta de temporada. No tengo ganas del frío, ni de los días
más cortos, ni de las pesadas obligaciones que llaman trabajo. Pero sí me
apetece un poco más de chicha, y no
sólo estas rebajas permanentes del intelecto al ralentí.
Por cierto, me voy a las rebajas de verano de una gran
superficie. Me han dicho que el aire acondicionado está a 22º, que en la
sección de congelados se ha montado una tertulia sobre literatura romántica
alemana y que esta tarde viene Charlize Theron, con un escote
de vértigo, a ilustrarnos sobre las nuevas tendencias en cocina molecular avant la lettre. Pues eso, que me voy.
Aunque vos la vio primero a ella, yo me iría con Charlize a cocinar molecularmente, a la brasa, al pilpil y, sobre todo, a la piedra.
ResponderEliminarLa oí hace unos días en una entrevista hablar y pronunciar su nombre en afrikáner..., la hubiese dicho yo, a ella, de lo que tenía que morir en cheli bridgevallecano normalizado.
Siempre desde el respeto, mi alférez.
Desde luego, cada vez que un hombre oye la palabra "canal", no piensa precisamente en Suez ni en Panamá. ¿O será el verano?
ResponderEliminarEl de Isabel II. Creo que es espectacular.
EliminarPor cierto, qué bonita canción.
ResponderEliminarIsabel II está bien. A Suez y a Panamá no las conozco.
ResponderEliminarA Charlize tampoco tengo el placer, pero me gustaría sobremanera. Aunque yo soy poco de piedra, es que uno tiene sus años. Pero en cualquier lengua, desde luego. Incluso en cualquier idioma.